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La contrarrevolución ha causado daños considerables a la economía del país. A ello contribuyó la estructura rentista y parasitaria de nuestra economía, especie de caldo de cultivo para la desestabilización. Para retomar el crecimiento de la economía en condiciones de equilibrio, se abre un abanico de opciones. Acá destaca la política cambiaria, crucial para reactivar el aparato productivo.
En los últimos meses se ha decidido disminuir de manera sustancial la venta de divisa a los actores económicos. Nuestra economía, dependiente de las importaciones desde hace décadas, convulsiona al ser sometida a una restricción de esa naturaleza.
El problema actual del desabastecimiento (grave por los trastornos cotidianos y los costos políticos que ocasiona), así como el peligro de la recesión, están determinados por la guerra económica y agravada por la menor disponibilidad de divisas en el país, como lo corrobora el BCV a través de diferentes informes.
Esta no es la vía para someter a la burguesía especuladora. Por los elevados costos que ha generado, esta es una de las decisiones que debemos revisar. Si no se agiliza la entrega de divisas, garantizando los parámetros de eficiencia, es decir, que estén destinadas al desarrollo del país, estaremos agravando los efectos de la guerra económica.
Derrotaremos a la burguesía parasitaria inyectando divisas en los montos y momentos requeridos por la demanda que racionalmente exige la economía. La derrotaremos poniendo en marcha a la economía y superando el desabastecimiento, lo cual, evidentemente, depende de los bienes y servicios importados necesarios para la producción nacional y el consumo de la población.