Jesús Faría

ANÁLISIS DE COYUNTURA

22.May.2014 / 12:29 pm / Haga un comentario

El “Premio Nobel de la Paz” Obama desata el infierno de guerra y fascismo en Ucrania.

 

Tanto Hitler como el imperialismo norteamericano han puesto sus ojos en de Ucrania, república que fuera soviética, dotada de notables capacidades agrícolas e industriales y segunda en importancia tras Rusia.

 

Uno de los principales ideólogos contemporáneo de Washington, Zbigniew Brezinsky, afirmó hace no muchos años en su libro, El gran tablero mundial, que Ucrania juega un papel crucial en la hegemonía sobre un amplísimo macro continente llamado Euro-Asia.

 

Los imperialistas llevan en esta tarea desde que cayó la Unión Soviética a fines de 1991. A tal fin están empleando varias vías:

 

 

–         Favorecer el surgimiento de una oligarquía mafiosa empeñada en destruir la economía y fuertemente vinculada a sus servicios de inteligencia. Una docena de individuos, que se han apropiado de 75 años de trabajo ucraniano en la época soviética, están entre los más ricos y despiadados del Mundo.

 

–         Instalar en el poder a grupos abiertamente nazis inexistentes en la época soviética, que han sido reconstruidos por dichos servicios a partir de un grupo de criminales de guerra protegidos en Occidente desde 1945.

 

–         Destruir efectivamente la economía que ha caído significativamente más, que la de las otras antiguas repúblicas soviéticas.

 

–         Desestabilizar a las fuerzas locales, que consideran “prorrusas” aunque éstas sean de derechas y representen a otro sector de la nueva oligarquía.

 

 

 

Desde el comienzo de año los acontecimientos se han sucedido a toda velocidad sumiendo a esa región del Mundo en una gravísima crisis que amenaza con convertirse en una guerra a gran escala. Bandas bien entrenadas durante años  terminan por derribar el gobierno débil y corrupto del oligarca Yanukovich. Su reticencia a aceptar el ingreso de Ucrania en la OTAN y en la Unión Europea, como ha sucedido con antiguas repúblicas populares, que hoy son vulgares colonias como Croacia, Eslovenia, Chequia, Bulgaria y Rumanía, decidió a Washington a organizar su derrocamiento violento. El pueblo ucraniano, asqueado con las corruptelas de Yanukovich y su gente, no movió un dedo para salvarlos y efectivamente cayeron.

 

Sin embargo el pueblo de Crimea y de las regiones del Sur y Este advirtieron que no aceptarían de ninguna manera un gobierno fascista pro occidental en Kiev, que violase la democracia, la neutralidad del país y sus derechos sociales y culturales.

 

Dicho y hecho: la República de Crimea (entregada por el dirigente soviético Jruschev a Ucrania en 1954) ingresó rápidamente a la Federación rusa. En la región de tradición minera, proletaria y comunista de la cuenca del Donbass, se ha concentrado la resistencia a la junta golpista de Kiev abiertamente apoyada por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los EE.UU. La mayoría de esa región, llamada Donetsk, se ha movilizado para formar su propia República Popular, anunciar que el 11 de mayo realizarán un referendo para decidir sobre su futuro y han creado sus propias milicias de autodefensa.

 

El ejemplo ha sido seguido por las otras regiones y ciudades: Lugansk, Jarkov y Odessa. Se ha conformado un frente antifascista, conformado por el Partido Comunista de Ucrania, el grupo comunista Borotba (lucha), fuerzas antifascistas de tradición soviética, mineros, demócratas, nacionalistas cercanos a Rusia y otros sectores de la población, incluidos policías y militares originarios de la región.

 

Llamativamente altos responsables norteamericanos viajan a Kiev para  manifiestamente dar órdenes a los ultraderechistas, que han tomado el poder. Primero, llega nada menos que el jefe de la CIA y le sigue el vicepresidente Joe Biden. Es obvio que han dictado un plan de acción que está siendo aplicado por la Junta en el poder. Incluye reorganizar y lanzar al ataque a las unidades fieles del Ejército regular contra las poblaciones que se oponen a la dictadura, ataque respaldado por unidades paramilitares nucleadas por los partidos nazis locales como Svoboda y Pravy Sektor, que fueron la punta de lanza del derrocamiento de Yanukovich.

 

Golpean en primer lugar el epicentro de la resistencia, Donetsk, pero también otros lugares como las ciudades de Mariupol, Kramatorsk y Odessa. Es en esta ciudad donde el fascismo ucraniano creado y respaldado por la CIA ha mostrado más abiertamente su rostro sanguinario. Cientos de antifascistas, entre los que había muchos comunistas, son obligados a refugiarse en la Casa de los Sindicatos donde son quemados vivos con un saldo hasta la fecha de 42 muertos y 200 heridos. Combates y ataques en otras ciudades están dejando decenas de muertos.

 

La responsabilidad última de Washington en estos crímenes se evidencia en el hecho, reportado por el periódico alemán Bildt, de la intervención activa de decenas de agentes de la CIA y el FBI como “asesores” y, probablemente, también de expertos militares y de inteligencia de los ejércitos de la OTAN, todos bajo dirección norteamericana. El efecto psicológico que buscaban los autores de la matanza despiadada de Odessa era quebrar la voluntad de resistencia de los obreros y la gente en general del Este y Sur de Ucrania. Gente que es calificada de manera superficial como “prorrusos” incluso por medios rusos. Observamos que ocurre lo contrario: los obreros y mineros que trabajan en las empresas propiedad de los oligarcas cómplices de la Junta de Kiev, las han tomado. Muchos voluntarios corren a incorporarse a las milicias de autodefensa instruidas por antiguos oficiales soviéticos, rusos y ucranianos. Las masas en Odessa se concentran para sacar de la comisaria a los antifascistas detenidos.

 

Se reafirma en todas partes la voluntad de realizar el referéndum en varias repúblicas populares donde se decida la incorporación a Rusia o la creación de una Federación de Repúblicas que algunos llaman “Novorossia”. Mientras tanto, la mayor parte de la población exige al presidente Putin que intervenga militarmente para proteger la vida de la población civil en grave peligro, como ya ocurrió en el 2008 frente al ataque del gobierno pelele de Washington de Georgia contra la pequeña región de Osetia del Sur.

 

La OTAN y los EEUU despliegan fuerzas navales y terrestres en el Mar Negro y en Polonia y sancionan a dirigentes rusos para que no intervengan en apoyo al pueblo ucraniano.

 

La tensión crece por momentos. El plan incluye seguramente el empleo de la máxima violencia antes de que Rusia intervenga, lo que podría provocar un baño de sangre.

 

Los medios de prensa occidentales bloquean la circulación de las noticias para frenar la indignación mundial con los crímenes de la Junta contra el pueblo ucraniano. Estamos ante un grave conflicto desatado por la voracidad de los monopolios norteamericanos y alemanes de tener acceso a las vías de transporte energético, las tierras fértiles, la mano de obra, las materias primas y el mercado ucraniano y para debilitar a Rusia y sabotear el proceso de reagrupamiento de las que fueron Repúblicas soviéticas.

 

No es ninguna casualidad, la abierta simpatía de la más violenta y extremista oposición venezolana con el neonazismo ucraniano. Ambas son criaturas que maman de la misma leche amarga impartida por la misma madre: el imperialismo norteamericano.

 

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