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La Revolución Bolivariana encabezada por el comandante Chávez ha tenido un impacto fundamental en la política hemisférica. Como ninguna otra revolución en el siglo XX y en el presente siglo, ha estimulado los cambios en otros países, el ascenso al poder de movimientos y partidos de izquierda en la región o su fortalecimiento.
No se trata de la cacareada tesis –y sin fundamento– de “exportar la revolución”. Nos referimos al impulso y estímulo que significó, y seguirá significando, los históricos avances de nuestra Revolución.
Además, con Chávez a la cabeza de la Revolución Venezolana, los procesos de integración vivieron un auge espectacular, nunca vistos en nuestra historia. La nueva correlación de fuerzas continental permitió que este proceso se concibiera desde la óptica de los intereses nacionales y regionales.
La explotación soberana de nuestro petróleo y su uso como mecanismo integracionista ha jugado un papel preponderante. Atrás quedó la doctrina Monroe, como expresión imperial de la política estadounidense. Incluso, enterramos al ALCA, proyecto que pretendía institucionalizar el neocolonialismo en el continente americano.
En este contexto histórico, el próximo domingo acudimos a unas elecciones cruciales no solo para nuestro pueblo, sino para el avance de las fuerzas antiimperialistas de nuestra región. De esas elecciones dependerá el futuro de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños.
Es evidente que el enemigo a vencer es el imperialismo estadounidense y las oligarquías latinoamericanas, aterrados ante el ejemplo de nuestra Revolución popular.
¡Los volveremos a vencer!