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El fascismo es una corriente política profundamente primitiva y criminal en el seno de la burguesía financiera, caracterizada por el más absoluto desprecio por el pueblo. Sus postulados segregacionistas y racistas, sus métodos políticos tiránicos, la convierten en una política inhumana y anticomunista por excelencia. Es la expresión más reaccionaria de los propósitos y prácticas de dominación de la oligarquía financiera.
El fascismo se oculta en la más infame demagogia, basada en argumentos chovinistas y de odio hacia los más pobres. En épocas de crisis, el fascismo juega con los sufrimientos ocasionados por el empobrecimiento, prometiéndole soluciones mágicas a la población.
Cuando se enfrentan a una revolución en marcha, utilizan métodos sangrientos y las campañas anticomunistas más primitivas. Su base social son las capas medias, la pequeña burguesía y el lumpen.
En medio de una crisis económica y auge de masas en los años 30 en Alemania, surgió el nazifascismo, una tragedia para la humanidad, para contener el avance del movimiento obrero y del joven poder soviético. En subversión tropical, llega al poder ahogando en sangre al socialismo en democracia de Salvador Allende. En Europa en crisis surgen brotes fascistas, muy preocupante por su vertiginoso crecimiento.
En nuestro país, el fascismo constituye en estos momentos la punta de lanza de la contrarrevolución, es la medicina llamada a curar los males ocasionados por la revolución del comandante Chávez a la hegemonía imperial.
La única manera de enfrentar al fascismo es a través de la unidad popular y la movilización revolucionaria. Esa es nuestra principal tarea.