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Como resultado del rentismo, la economía y la sociedad venezolana desarrollaron un rasgo profundamente parasitario. Vivir de la renta condujo al país al abandono de las actividades productivas. El trabajo fue reduciendo su incidencia social y cultural de una manera muy preocupante.
Con el rentismo se generó una creciente dependencia del petróleo. En este modelo, los ingresos de divisas y los de naturaleza fiscal son, de manera creciente, el resultado de la extracción de hidrocarburos.
Las importaciones desplazan a la producción nacional, imponiéndole un cerco al desarrollo de la industria y destruyendo de manera dolorosa la agricultura del país.
Como resultado de ello se entra en una situación de atraso, subdesarrollo de la nación, acentuada por la inclemente explotación de nuestro petróleo por parte de las compañías transnacionales. Ciertamente, el rentismo revela la existencia de una profunda dependencia del imperialismo.
El Estado capitalista, instrumento de dominación de la burguesía, operó abiertamente a favor de los grandes grupos económicos y de las compañías transnacionales.
Las primeras disfrutaban de la acumulación de renta en sustitución de la acumulación productiva. Las segundas expoliaban ferozmente el petróleo.
Sin lugar a dudas, el rentismo representa una enorme distorsión económica y social en general. Es la antítesis del desarrollo.
Una estrategia de transición al socialismo contempla, necesariamente, un proceso de desarrollo de las fuerzas productivas en condiciones de soberanía, que permita desplazar al rentismo por una economía moderna y productiva