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La guerra psicológica contra nuestro pueblo adquiere un nuevo matiz. A la agenda de violación de los DDHH, inmunda campaña de mentiras, para desprestigiar a la Revolución Bolivariana y abonar el terreno de la intervención militar imperialista, ahora se agrega el tema de los “desplazados y deportados colombianos”.
Cinco millones de colombianos habitan en nuestro país disfrutando de todos los derechos civiles, políticos y sociales, porque en Colombia no se les garantizaban, así como tampoco el de la vida. Los santanderistas nos acusan de violar DDHH porque normalizamos nuestras fronteras, impactada dramáticamente por la presencia de terroristas, narcos, contrabandistas…
La oposición se une al coro de la oligarquía colombiana. Ambos atacan al gobierno de Nicolás Maduro, como en el pasado lo hicieron contra Bolívar y Chávez. Además de nexos históricos y políticos, los une la violencia de paramilitares que se despliega en las guarimbas y el ataque a la seguridad de nuestra población, así como el financiamiento que reciben del narcotráfico y con-trabando.
Internacionalmente, las infamias contra nuestra revolución se cargan del más asqueroso cinismo. La UE impide la entrada de inmigrantes de Africa y Asia, azotadas por las guerras imperialistas y el saqueo colonial. Los EEUU establecieron una guillotina en su frontera con México, donde mueren millares de latinoamericanos. Los extranjeros que entran a ese mundo “desarrollado”, son los que sirven para elevar las ganancias de las corporaciones…
Las medidas de excepción en la frontera contribuyen a la estabilidad nacional, por
lo que goza del apoyo de la inmensa mayoría del pueblo y, por el mismo motivo, genera el rechazo de los peores enemigos de la patria.