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El pronunciado descenso de los precios petroleros (casi 50% en 6 meses), constituye actualmente uno de los procesos políticos y económicos de mayor impacto en el mundo.
Esta situación obedece a la restricción de la demanda de energía con motivo de la precaria situación económica mundial, los efectos especulativos y la creciente producción de petróleo de esquisto por parte de los EEUU con el propósito de la autosuficiencia energética, con un terrible daño ambiental.
Además de ellos, intervienen factores de naturaleza geopolítica como la guerra de precios entre los EEUU, que aprovecharon altos precios para expandir la producción de petróleo de esquisto de altos costos, y Arabia Saudita, que ha impuesto a la OPEP una agenda de mantenimiento de cuotas y bajos precios.
Se preguntarán algunos, cómo es que los EEUU permiten que su satélite político desafié su política de expansión petrolera. Pues bien, la baja del petróleo está afectando severamente a tres naciones que han ocasionado trastornos muy importantes en la hegemonía geopolítica de los EEUU: Rusia, Irán y Venezuela. Además, los EEUU ven limitados los daños de esta guerra de precios en razón de que, si bien se restringe su capacidad de producción, también se reducen sus costos de importación (los EEUU importan más de una tercera parte de su consumo de petróleo).
Sin embargo, este escenario de bajos precios no es sostenible en el mediano plazo. El consumo de energía aumentará y se requerirán mayores niveles de producción, los cuales no están garantizados con los actuales precios. El mercado tendrá que reaccionar al alza de cara al futuro, aunque lamentablemente para nosotros muy probablemente no será en lo inmediato. Las implicaciones internas las comentaremos en otra ocasión.