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Tras el abominable asesinato de los camaradas Robert y María, se plantea nuevamente la presencia de fuerzas terroristas en la ultraderecha venezolana. Los antecedentes inmediatos son elocuentes: insurrección fascistoide en abril del 2013 y guarimbas criminales durante este año.
Su vinculación con Álvaro Uribe, narcotraficante y fundador del paramilitarismo en Colombia, causante de un baño de sangre en el pueblo hermano, la presen-cia de la CIA y su récord de promoción de guerras y asesinatos en todo el planeta, así como los últimos testimonios criminales de terroristas vinculados con líderes de la MUD, constituyen clarísimas evidencias de los planes de “colombianizar” la política venezolana. Es un hecho grave que la oposición “moderada” no termina de deslindarse de esos grupos (comparten cómodamente la misma tolda decadente de la MUD) ni mucho menos condenarlos.
Al parecer, la obsesión antibolivariana supera la necesidad de fundamentar la política en elementales principios de sensatez, paz y humanismo para aislar a los violentos. Renovados vientos de terror y golpismo soplan desde la ultraderecha venezolana. Una vez más el pueblo, la unión cívico-militar, el chavismo están convocados a la ofensiva revolucionaria para derrotar a la bestia fascista.
Es indispensable la movilización popular, la activación de la inteligencia social para detectar paramilitares colombianos sembrados en nuestros barrios, la actuación de los organismos de seguridad para desarticular células terroristas.
Las fuerzas revolucionarias en máxima alerta, en ofensiva, garantizarán la paz del país y la consolidación de la Revolución.