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Se evidencian claras manifestaciones de una profunda crisis en el seno de la oposición. La renuncia de altos voceros de la MUD y los virulentos ataques entre sus principales factores, son muestra de las graves contradicciones. La naturaleza de esa crisis está determinada por ambiciones de poder y diferencias tácticas, en cuanto a las formas de lucha para desalojar del poder a la Revolución.
Las durísimas derrotas sufridas por la contrarrevolución desde el fallecimiento del comandante Chávez: elecciones, plebiscitos, insurrecciones fascistoides, guerra económica, injerencias imperialistas, han conducido a las actuales divisiones y luchas internas.
Sin embargo, se equivocan quienes piensan que la derecha carece de objetivos estratégicos o de un programa de gobierno. Ellos coinciden plenamente en sacar al Gobierno del presidente Maduro para instrumentar la política neoliberal de entrega de nuestra soberanía.
Asimismo, todos abrazan las políticas de golpe de Estado. De hecho, las han implementado en perfecta unidad en el pasado, solo que en la actual coyuntura algunos fueron disuadidos por las fortalezas de la Revolución, en tanto que los más obcecados siguen dándose golpes contra un poderoso muro cívico-militar.
Como era de esperarse, esto le ha ocasionado no pocas preocupaciones al Departamento de Estado, que ve desbaratarse sus planes y disolverse importantes instrumentos injerencistas en el país. Ante eso, ellos impondrán muy pronto la cartilla de la unidad, una postura para la vitrina política, aunque se sigan devorando.
Esto no puede implicar relajar nuestra capacidad de lucha. Todo lo contrario, se impone máxima alerta y concentrarnos en la profundización de la Revolución Bolivariana.