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El desarrollo es una tarea fundamental de la Revolución. La transición al socialismo implica y significa cambio y desarrollo de todos los ámbitos de la sociedad, incluida obviamente la economía.
Como lo hemos dicho en otras oportunidades, la economía, tal como la tenemos, es inservible para avanzar en las transformaciones hacia el socialismo. Rentismo, parasitismo, atraso productivo y dependencia son trabas insalvables.
La esencia de la estrategia para la transformación económica hacia el socialismo es la industrialización. Esto implica la creación de decenas de miles de empresas planificadamente, de tal manera que formen una cadena productiva-tecnológica capaz de sustituir importaciones, fomentar exportaciones, crear empleos dignos, fomentar el desarrollo científico-técnico, crear riqueza, añadir valor a la materia prima nacional, preservar el medio ambiente, impulsar el desarrollo social y profundizar la soberanía del país.
Para aprovechar las oportunidades que se abran para la integración bolivariana y aportar a la construcción de ese nuevo polo de poder, es imprescindible el desarrollo industria. Esta estrategia, orientada a crear un nuevo tejido tecnológico y social, exige un conjunto de premisas. La cultura es crucial. Para industrializar al país se debe sepultar la mentalidad del rentismo, que ha enterrado la cultura del trabajo.
Por otra parte, el Estado está llamado a jugar un papel crucial. Como ente que encarna las relaciones y los intereses de la nación, debe asumir este objetivo como parte de una tarea estratégica. Se requiere una política de Estado para una tarea, de la cual dependerá el futuro de la Revolución.
Asimismo, siendo la Revolución no solo el cambio de condiciones sino también de los actores, es impostergable la promoción de los trabajadores como clase de vanguardia de este proceso. Por cierto, del pro- ceso en sí mismo se potenciará la presencia de esta clase. Finalmente, es necesaria la elaboración de un plan que se aplique eficientemente.