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El pasado 9 de mayo se conmemoró un nuevo aniversario de la gran victoria contra el nazifascismo. Hace 69 años, las tropas del Ejército Rojo izaron la bandera roja con la hoz y el mar-tillo sobre el Reichstag.
Los nazis aplicaron su política de terror para esclavizar a los pueblos del mundo, para destruir a la Unión Soviética, lo que provocó la II Guerra Mundial (II GM), una de las tragedias más espantosas que conozca la historia de la humanidad.
Se desarrolló una durísima lucha en la que participaron los gobiernos de la coalición antifascista, guerrillas comunistas en países ocupados… Las fuerzas progresistas del mundo brindaron su solidaridad en hermosísimos gestos a la resistencia antifascista.
En esa inolvidable epopeya, el mayor sacrificio para labrar la victoria antifascista recayó sobre el heroico pueblo soviético y su glorioso Ejército Rojo. La guerra se desarrolló fundamentalmente contra los pueblos de la URSS, para cuya destruición el imperialismo había estimulado a la bestia nazi.
Con letras de oro pasaron a la historia las batallas de Stalingrado, Kursk, Berlín, la resistencia de Leningrado. De los 50 millones de muertos de la II GM, más de 20 millones fueron soviéticos, asesinados en la guerra de exterminio nazi. Buena parte del país soviético y su economía quedaron totalmente destruidas.
Como resultado de la crisis del capitalismo y como reacción de la oligarquía financiera global para confrontar experimentos anticapitalistas, se producen brotes neofascistas en el mundo. Ante ello, vive en nuestra memoria la advertencia sobre el enorme peligro que para la humanidad representan el fascismo y la subyugación imperialista.