Jesús Faría

29.Ene.2013 / 08:39 am / Haga un comentario

Ciudadano Presidente, colegas Diputados y Diputadas: En realidad el pueblo venezolano no tiene absolutamente ningún temor por el retorno al odio en el seno de la sociedad venezolana, porque aquí está en marcha una Revolución que va aboliendo progresivamente la raíz más profunda del odio político, del odio social y del odio humano. Esa raíz es la explotación del hombre por el hombre; esa raíz siempre está encarnada en los regímenes profundamente represivos, aun cuando sean bautizados que se asemejen a la democracia.

 No debe tener ningún tipo de temor el pueblo venezolano que se ve dignificado, que se ve cada vez más liberado de la explotación, de la expoliación imperialista y sobre todo se ve realizado en un proyecto histórico donde se plasman sus grandes intereses de libertad, de justicia, de igualdad.

 Ahora, aquí se han venido a presentar algunas experiencias, anécdotas personales o vinculadas a algunos familiares, yo también voy a presentar la mía, con el permiso de ustedes, camaradas.

 Mi padre, Jesús Faría, Secretario General del Partido Comunista de Venezuela, del glorioso Partido Comunista de Venezuela, por más de 35 años, estuvo preso en la dictadura perezjimenista 8 años. Lo llamaban el preso del imperialismo, porque fue esa una dictadura del imperialismo.

 Allí compartió calabozos, además de los comunistas, con miembros del partido Acción Democrática, y lo paradójico de todo esto es que una vez derrocada la dictadura perezjimenista e instaurada la democracia puntofijista este mismo personaje, Jesús Faría, como senador electo con los votos del pueblo venezolano, fue encarcelado sin ni siquiera habérsele allanado su inmunidad parlamentaria.

 Aquel triste episodio, definido como el golpe de Estado de Betancourt al Congreso Nacional, está ahí escrito en la historia y es un argumento lapidario en contra de aquellas expresiones que tratan de reivindicar lo más oscuro, lo más abyecto y lo más miserable que hemos vivido nosotros, sobrevivido algunos y muchos ni siquiera pudieron sobrevivirlo, que fue el régimen puntofijista.

 Hay que tener un cinismo sin límites para identificarse y reivindicar un régimen, el puntofijista, que no solamente –como lo han dicho acá varios oradores– traicionó el espíritu unitario profundamente popular del 23 de enero de 1958, sino que instauró e institucionalizó los métodos criminales más despreciables que se conozcan en nuestra historia del Siglo XX.

 Ni siquiera Pérez Jiménez recurrió de una manera tan sistemática al crimen, al asesinato y a la desaparición de activistas y dirigentes políticos por el único hecho que levantaron su voz, levantaron su mano y lucharon con voluntad inquebrantable en función de los grandes intereses de la patria, por una patria digna, por una patria democrática fundamentada en los principios de la igualdad.

 Ese fue el espíritu del 23 de enero de 1958, el deseo y el anhelo de reconquistar la libertad perdida en manos de una dictadura, una dictadura que es un títere del Departamento de Estado del gobierno estadounidense y una dictadura que en buena medida fue el resultado del gobierno encabezado por Betancourt, que se caracterizó por el sectarismo, se caracterizó por la exclusión y se caracterizó, precisamente, también por la confrontación y la confabulación, tratando de utilizar a los militares en contra de sus enemigos políticos, pues bien los militares se le levantaron contra ellos.

 Y ahí está la gran hipocresía que ellos tratan de enmendar pero la historia no los perdona. Aquel partido que llevó a Rómulo Gallegos con el 75% de los votos a la Presidencia, no hubo ni un tiro, ni un hombre que saliera a la calle para defender aquel sistema, llegó la dictadura y con la dictadura la resistencia, y allí tenemos nosotros que destacar el enorme heroísmo de todos aquellos que lucharon, encabezados –y tenemos que reconocerlo, camaradas– por el Partido Comunista de Venezuela, por el glorioso Partido Comunista de Venezuela, que dio el mayor sacrificio para tumbar y derrocar esa dictadura.

También inició todo este proceso de unidad de fuerza en torno a la Junta Patriótica; el último de los últimos partidos que se le unió a esta Junta Patriótica fue Acción Democrática, porque mientras la resistencia acá en Venezuela luchaba por derrocar a la dictadura, Betancourt se resistía tremendamente a la unidad popular e impedía que Acción Democrática y sus cuadros –los que lucharon acá, no los que vivieron allá en el exilio dorado– se incorporara también a esa lucha.

 Betancourt seguía las instrucciones del Departamento de Estado que era administrar la transición de la dictadura a esa democracia que nosotros vivimos en los años 60 y en los 70, administrarla para que no hubiese ningún cambio fundamental, administrarla para que el auge popular no se tradujera en grandes avances en función de un sistema social justo y de una patria soberana.

 Es decir, el tutelaje imperial que dominó durante toda la dictadura militar se mantuvo bajo otra forma con el apoyo de líderes históricos de la democracia puntofijista abyecta de Rómulo Betancourt.

 Rómulo Betancourt es el padre de esa democracia de las desapariciones, de entreguismo, de la sumisión al régimen de explotación imperial; eso no lo puede negar nadie, eso está ahí escrito en la historia, y el desenlace de esa historia está aquí en esta Revolución.

 Hay un claro paralelismo histórico, la fuerza que encabezó la dictadura, los grandes grupos económicos –nosotros escuchamos aquí a una descendiente de esos grandes grupos económicos– que hicieron enormes fortunas con la dictadura y también hicieron grandes fortunas con los gobiernos adecos y copeyanos, imagínense lo que significaron las desapariciones de Rómulo Betancourt y sobre todo de Leoni. Aquí nosotros aprobamos una Ley para restablecer la verdad histórica y la vamos aplicar, la vamos aplicar.

 Esos adecos que estuvieron, y lo podemos reconocer, encarcelados durante la dictadura perezjimenista superaron en crueldad, dejaron en pañales a todo aquello que se vio en la dictadura perezjimenista, esa es la realidad histórica y no la podemos negar; esta Revolución ratifica las principales banderas del 23 de enero de 1958; Acción Democrática y Copei renacen ahora en esta oposición tratando de enmendar con discurso la gran traición al movimiento popular.

 Cuando estaba planteado que todas las fuerzas unidas constituyeran un sistema de participación vigorosa de las masas de la democracia, ustedes dejaron por fuera a la gran fuerza que aglutinaba al movimiento popular, que era el Partido Comunista de Venezuela, y nosotros no negamos que, sobre todo, Acción Democrática…

 EL PRESIDENTE. (Primer Vicepresidente).– (Interrumpiendo). Le restan 30 segundos, diputado.

 (*).– Sobre todo, Acción Democrática fue un gran partido popular, con mucha masa, pero eso no lo hace un partido revolucionario, mucho menos progresista ni democrático, lo que lo hace un partido progresista, democrático, de avanzada, es su ideología, y, sobre todo, los intereses que encarna y los intereses que representa y los intereses que impulsa, y los intereses de esa democracia puntofijista eran los mismos de las grandes corporaciones transnacionales, eran los mismos del Departamento de Estado, y eso es lo que venimos nosotros a reclamar acá.

 Aquí hay una revolución en marcha que levanta las banderas del 23 de Enero, que reivindica a los muertos, reivindica a los desaparecidos de esa democracia que heredó todos los vicios y todos los males de esa dictadura, camaradas.

 ¡Que viva Chávez! ¡Que viva la Revolución! ¡Que viva el 23 de Enero de 1958! (Aplausos).

 

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